¿Hay talento en la Formación Profesional? Repensando los prejuicios y el potencial de la FP en Cataluña

La Formación Profesional (FP) se está ganando un lugar de prestigio en la sociedad y es reconocida como una opción de éxito por parte de diferentes sectores económicos y sociales que quieren aportar valor añadido al sistema productivo de nuestro país. Curiosamente, se constata que es dentro del mismo sistema educativo, tanto por parte de algunos sectores de la Administración como por parte de un amplio sector del profesorado, donde todavía se considera como aquel destino reservado a las personas jóvenes que han encontrado dificultades para seguir el camino más académico. Esta visión, sin embargo, no solo es limitada, sino que también perpetúa la creencia errónea de que la FP es la vía del llamado “fracaso escolar”.

El sistema educativo catalán, al igual que el español, se ha desarrollado sobre la perversión de considerar que el éxito educativo solo se da cuando el alumno accede a la Universidad. Así, toda desviación de esta ruta es a menudo vista como un fracaso y, naturalmente, las expectativas sobre el alumnado de Formación Profesional se sitúan automáticamente por debajo de las de su homólogo universitario. Este enfoque tiene consecuencias graves. De entrada, distorsiona las metodologías y los sistemas de enseñanza y aprendizaje sobrevalorando unas competencias sobre otras e impidiendo que las enseñanzas básicas puedan incorporar competencias relacionadas con la tecnología, la habilidad manual o la resolución de problemas prácticos reales, ya que se consideran prioritarias una serie de competencias más ligadas al conocimiento abstracto que, a menudo, presentan una dificultad añadida e innecesaria para los niveles básicos de la educación, que acaban sin tener ningún significado para el alumnado ni aportan valor educativo ni siquiera a nivel de saberes. Evidentemente, el talento de las personas jóvenes que optan por la FP a menudo no es reconocido, y cuando lo es, el objetivo principal acaba siendo empujarlas una vez más hacia la universidad.

Esta dinámica ha hecho que el valor de la FP se mida más por su capacidad de inserción laboral —efectiva y real, por cierto— que por su capacidad de generar talento, innovación e incluso excelencia en los ámbitos en los que opera.

A pesar de los prejuicios, la FP puede ser y es en muchos casos una gran generadora de talento. Las personas que acceden a ella desarrollan un conjunto de competencias que van mucho más allá del simple aprendizaje técnico; son habilidades y actitudes que la sociedad actual y la del futuro requieren con urgencia. Destacamos las siguientes:

• Competencias tecnológicas y digitales: las profesiones de hoy y de mañana exigen dominar herramientas tecnológicas, adaptarse a los cambios digitales y aprender a resolver situaciones nuevas. El alumnado de FP recibe una formación práctica que lo acerca directamente al mundo real, aprendiendo a utilizar herramientas, programas y tecnologías que se aplican de manera inmediata al entorno laboral.

• Capacidad de organización y planificación: la estructuración del trabajo, la gestión de recursos, la planificación de procesos y la capacidad para seguir protocolos son valores fundamentales que se potencian en la FP. Estas competencias son indispensables en cualquier sector y reflejan un verdadero espíritu de responsabilidad y autonomía laboral.

• Creatividad y solución práctica de problemas: encontrar soluciones prácticas y eficientes a problemas concretos es una competencia que se entrena de manera ordinaria en la FP.

• Trabajo en equipo y colaboración: la sociedad y el mundo laboral se han convertido en espacios colaborativos. La FP fomenta la cooperación, el trabajo en equipo y el desarrollo de proyectos colectivos como parte central del aprendizaje, preparando a las personas para entornos complejos y multidisciplinares.

• Capacidad de adaptación a los cambios sociales y tecnológicos: en una sociedad que cambia vertiginosamente, la capacidad de aprender de manera continuada y adaptarse a nuevos escenarios es una de las competencias más valoradas. La FP, por su propia naturaleza, obliga a estar en contacto constante con los avances tecnológicos y los nuevos retos sociales.

El informe Draghi —y otras voces autorizadas— alertan sobre la necesidad de no dejar escapar el talento juvenil y de crear las condiciones para que este pueda florecer en cualquier camino educativo. La falta de expectativas y el desconocimiento sobre las competencias que se desarrollan en la FP pueden desmotivar al alumnado o incluso impedir que se manifieste todo su potencial.

La sociedad, en general, y las empresas, en particular, han ido cambiando y revisando sus prejuicios sobre la FP. Ahora es necesario que sea precisamente el sistema educativo el que revise sus propios prejuicios e incorpore elementos competenciales que están muy presentes en la FP y que se han menospreciado tradicionalmente, perjudicando al propio sistema e impidiendo la valoración del talento que en ella se encuentra por el hecho de mirar el sistema únicamente desde una visión academicista.

Francesc Colomé, Xavier Farriols, Josep Francí y Oriol Homs.

Versión en catalán de este artículo publicado en El diari de l’FP: https://diarifp.cat/hi-ha-talent-a-la-formacio-professional/